domingo, 24 de junio de 2012

ANDALUCÍA PUEDE




LLAMAMIENTO PARA DAR
NUEVAS RESPUESTAS A UNA SITUACIÓN POLÍTICA QUE SE DEGRADA POR MOMENTOS


Dos años ya de medidas de ajuste severo están mostrando con claridad lo que se puede esperar de las políticas que imponen los mercados y que aplican con disciplina los gobiernos: una crisis más dura aún, más recortes sociales y una pérdida continuada de derechos, no solo socioeconómicos, que están llevando a mínimos a nuestra de por sí débil democracia.
El desempleo ha aumentado prácticamente sin cesar, la deuda se dispara, aumenta el número de pobres y de niños que comienzan a estar insuficientemente nutridos, el de familias que no disponen de ningún ingreso para sobrevivir y el de las que pierden sus viviendas. Miles de pequeños y medianos empresarios cierran  sus negocios y nada hay en el horizonte que permita pensar que la situación económica va a cambiar de signo próximamente.
Mientras tanto, las organizaciones y movimientos sociales tratan de hacer frente a la situación convocando a la denuncia y la movilización pero, insuficientemente unidos, con voces dispares y todavía anteponiendo lo que los separa a lo que los une, lo que impide generar una respuesta social contundente y eficaz para frenar las reformas tan dañinas que se están realizando. Los propios sujetos que más las sufren en sus propias carnes, son quienes parecen guardar un silencio más temeroso y cómplice y eso da alas a los gobiernos, que aprovechan la timidez de la protesta social para criminalizarla y aprobar medidas aún más reaccionarias y, lo que incluso es todavía peor, completamente inútiles para resolver los problemas que tenemos planteados. Salvo, claro está, los que afectan a los grupos más privilegiados y poderosos que aumentan su riqueza, su influencia y su bienestar cuando los de abajo sufren más duramente los efectos de la crisis.
Las elecciones generales del pasado mes de noviembre fueron la muestra de esa débil respuesta social. El PSOE pagó el haber permitido que su gobierno simplemente se dedicase a hacer el trabajo sucio que le pedían los mercados y a seguir el dictado de los bancos. Izquierda Unida registró un importante avance pero, en todo caso, insuficiente para evitar la mayoría absoluta del PP que ha traído consigo el mayor retroceso social y democrático desde la muerte de Franco. Tan grande, que incluso una gran parte de su propio electorado lo rechazó menos de tres meses después en las elecciones andaluzas, de modo que ha sido posible constituir, por primera vez, un gobierno de unidad de izquierdas, en nuestra Comunidad.
Lamentablemente, este gobierno ha comenzado a actuar aplicando los mismos recortes que el central y con una falta de interlocución con la sociedad que es impropia de un proyecto que se dice participativo y cómplice con la base social que lo ha elegido, lo que ha generado, ya en sus primeros días de andadura, un gran sentimiento de impotencia y frustración, e incluso divisiones internas en las fuerzas políticas que lo sustentan que quizá no sea fácil superar definitivamente.
Quienes firmamos este llamamiento, tenemos la convicción de que Andalucía necesita algo más que la simple ocupación de los sillones de un gobierno. Creemos que vivimos un tiempo extraordinariamente difícil en el que está en juego no solo el bienestar material de nuestros conciudadanos y conciudadanas, sino también la estabilidad social y la democracia, incluso el ejercicio de derechos y libertades básicos que está empezando a costar ejercerlos. Y, precisamente por ello, entendemos que es necesario poner en práctica una nueva forma de hacer política. La gobernación no puede ser tarea solo de cuadros profesionales, y ni siquiera de organizaciones de partido, hoy día muy desprestigiadas, sino de la sociedad en su conjunto a través de mecanismos mucho más amplios y eficaces de participación y codecisión. Y por eso reclamamos la puesta en marcha de nuevas experiencias de debate político y de sometimiento de los poderes públicos al control y la sanción de la ciudadanía, de manifestación de la soberanía popular.
Tenemos la seguridad de que solo si se dispone de nuevas formas de manifestación de las preferencias y la voluntad ciudadanas y solo si existen vías efectivas que permitan empoderar a la personas normales y corrientes será posible hacer frente a las decisiones que nos están llevando al borde del abismo.
Creemos además que lo que está ocurriendo nos muestra claramente que la institucionalidad que nos rodea se viene abajo sin remedio. Los gobiernos toman medidas contrarias a los intereses generales solo porque las consideran "inevitables", comportándose así como meras marionetas incapaces. Los derechos que nos reconoce la Constitución no pueden ejercerse, la administración de justicia no persigue las conductas que la mayoría de la población considera repudiables, y las leyes no sirven para proteger a los débiles frente a los fuertes que ni siquiera cuando son condenados en firme tienen que cumplir las sanciones que les han sido impuestas. Nuestro Estatuto es agua de borrajas y tampoco la Constitución se cumple cuando se trata de defender los derechos de las gentes corrientes.
Creemos, por todo ello, que es la hora de que los de abajo tomen un nuevo protagonismo y de fraguar una nueva respuesta política que lleve a plantear las soluciones desde abajo y no desde arriba. Creemos que es la hora de organizar a la gente normal y corriente para demandar una nueva institucionalidad y nuevas formas de participar y de decidir colectivamente. Y, por supuesto, creemos que eso es necesario para poner en marcha nuevas políticas que son viables y posibles en la medida en que sea la gente de abajo quien las reclame y no solo dirigentes políticos, por muy bien intencionados que estén, como muestran las recientes experiencias de gobierno.
Solo de esa manera vamos a avanzar hacia las medidas que realmente nos van a poder sacar de la situación tan crítica en la que estamos, obligando a revisar la deuda del Estado, a nacionalizar el sector financiero y a crear la banca que puede financiar a empresas y consumidores, o a llevar a cabo una reforma fiscal que acabe de una vez con el fraude fiscal millonario que obliga a realizar recortes de gasto que van a hipotecar por décadas nuestro desarrollo social.
Es verdad que Andalucía es un territorio periférico y que la postración a la que ha sido sometida durante decenios le supone una dificultad añadida para gozar de autonomía auténtica y de plena capacidad de autogobierno, pero creemos, sin embargo, que la naturaleza combativa de sus ciudadanos, su historia y las condiciones objetivas en las que se encuentran son, al mismo tiempo, factores que permiten poner en marcha con más facilidad que en otros lugares, nuevas experiencias de lucha social y de acción política.
Convencidos de ello, desde el firme compromiso de dar nuevas respuestas que realmente pongan fin a los desahucios, a la injusticia fiscal, a los abusos bancarios y de las grandes empresas, y al sometimiento de los andaluces y españoles en general a los dictados de los grandes poderes llamamos a los andaluces y andaluzas que no están a gusto con el actual estado de cosas, que no se identifican con el modo dominante de hacer política ni se sienten atraídos por las organizaciones que hoy día nos representan, para avanzar con decisión y espíritu unitario a conformar un nuevo espacio político andaluz, abierto, plural, moderno, democrático y deliberativo.
Con el propósito de debatir sobre estas inquietudes y propuestas y con el compromiso firme de avanzar hacia acuerdos en positivo, nos convocamos el próximo día 23 de junio en la Universidad Pablo de Olavide e invitamos a asistir a cuantas personas los compartan.

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